Los primeros monumentos de las fallas infantiles aparecieron al finalizar el siglo XIX, cuando los niños comenzaron a construír sus propias fallas con cartones, muñecos y algunos materiales en desuso, que luego quemaban en las calles, el Día de San José. Con el correr de los años y como una tradición, los niños recorrían las casas de la ciudad recogiendo elementos viejos para realizar sus propias fallas y homenajear a San José, patrono de los carpinteros.
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